Enero de 2016

01.01.2016 00:01

La tecnología parece ocupar el centro del quehacer médico, desplazando la palabra del médico que es el medio más sensible para detectar enfermedades, una de las más poderosas herramientas al servicio de la curación.
Nadie discutiría hoy que la ciencia es esencial para la medicina, pero no debemos descartar el complemento que es la palabra. El médico se interesa por el sabio y por el simple, por el rico y por el pobre, por el estoico y el dolorido que no deja de quejarse. Cuando es capaz de demostrar todos esos intereses se involucra en historias humanas. Eso no es materia de la ciencia sino de lo poético. Al médico se le descubre el drama de las vidas individuales, ve a las personas en sus mejores aspectos y también en sus peores dramas. Las ve dolientes, vulnerables, desbastadas, entusiasmadas y así aprende lo que significa humano.
Reivindiquemos la palabra del médico, consoladora, atenta, sencilla, compasiva que confortan al paciente y le ayudan a comprender el drama del ser humano, mortal en busca de sentido.
Gracias por padecer con nosotros y preocuparse por nuestra salud, una manera de vivir mejor.